-¿Dónde es que están?- la voz de Dorian sonaba por el teléfono.
-En la orilla de la playa, a cinco minutos del puente- Leon le respondió recostado al auto con la mirada fija en la mujer que, alejada de él estaba sentada en la arena, con las pierdas recogidas contra su pecho.
-Estaré allí en diez minutos- fue la respuesta de él antes de colgar.
Leon guardó el celular para esperar a su jefe. En ese momento era mejor que él se encargara de su esposa a pesar de que él tenía sus propios problemas. Y efectivamente, no mucho después, un Mercedes negro se detuvo detrás del auto de él y de él salió Dorian. Se acercó a Leon cubierto con un grueso sobretodo dado la temperatura estaba bajando para esa hora donde el atardecer se manifestaba en el horizonte.
-¿Qué fue lo que ocurrió?
-No sé decirle bien porque no entré, pero la señorita Elena entró en su casa para hablar con su padre y parecía realmente molesta. Al salir su rostro estaba rojo y ella estaba llorando.
El ceño de Dorian se frunció.
-¿