Elena entró por la puerta familiar de la casa donde había vivido por muchos años. Su rostro no era bueno. Estaba realmente molesta.
-Buenos días señorita- el mayordomo salió corriendo a su encuentro asombrado por su presencia inesperada.
-¿Dónde está mi padre? Sé que está aquí- ella exigió.
El mayordomo se rascó la mejilla.
-Bueno, él… él se encuentra, pero está ocupado.
-No me importa. Búscalo, tengo que hablar con él- Elena sentía que sus manos temblaban.
EL hombre pareció estar en una disputa interna.
-No hace falta. Lo iré a buscar yo misma- se dio media vuelta y a pesar de las protestas del mayordomo ella subió la escalera en dirección al cuarto de su padre y una vez delante abrió la puerta de golpe.
Las dos personas en la cama se sobresaltaron ante la presencia recién llegada y se cubrieron con la sábana. Cuando el hombre se dio cuenta de quién era su rostro se volvió rojo, pero no de vergüenza, sino de indignación.
-Elena, ¿qué mierda estás haciendo aquí?
Encontrar a su padre n