—¡Qué fastidio! — gritó Analia totalmente histérica al ver la acumulación de trastes sucios y desesperada buscaba un vaso limpio, pero no lo encontraba, así que tomó una cacerola y bebió de ella hasta que sació su sed.
» Tendré que llamar al servicio de limpieza.
Se estrujó la cara con aspereza.
—Saldrá costoso y lo que menos tengo es plata ¡Odio hacer labores domésticas, eso es para mujeres de clase baja!
Al salir de la cocina caminaba de un lado a otro en su sala de estar, claramente furiosa y balbuceando palabras ininteligibles. Sus manos temblaban mientras sostenía el teléfono móvil, y su rostro enrojecido mostraba su indignación, pues Cintia había vuelto a llamarla para chantajear; exigiendo más dinero.
— ¡Esta mujer no tiene límites! — gruñó Analía, apretando el puño.
» ¿Acaso me cree su banco personal? Me imagino que de ahora en adelante no querrá trabajar más y piensa vivir a costa mía.
La ira de Analía crecía a medida que recordaba cada palabra de la llamada que había tenido