El reloj marcaba las nueve y media cuando Margaret levantó la vista del informe que sostenía entre las manos. Había estado leyendo las mismas líneas durante varios minutos, sin asimilar una sola palabra. La voz de Elize irrumpió suavemente en el silencio del despacho, devolviéndola al presente.
—Señorita, ya revisé las cifras finales de la campaña. Los resultados superan las proyecciones —informó con tono contenido, esperando una reacción.
Margaret parpadeó, salió de su ensoñación y dejó el documento sobre la mesa de cristal. Se apoyó en el respaldo de la silla, pensativa, y tras unos segundos murmuró:
—Entonces, esto significa que la campaña ha terminado.
Elize asintió, percibiendo el cansancio en la voz de su jefa.
—Fue un éxito rotundo. Superó incluso la recepción Margaret.
—No era una competencia —respondió, aunque ambas sabían que sí lo era—. Pero supongo que ya he demostrado lo suficiente. En unos días regresaré a casa. Debo presentar mi informe a mis padres y a la dirección.