2 de diciembre. En la mañana.
Breckenridge
Mackenzie Hale
El murmullo vuelve poco a poco a la mesa, todo sigue con normalidad, ajeno a la tormenta que debo controlar dentro de mí, a este aire que se queda atascado en mis pulmones.
La mano de Killiam sigue en mi espalda, firme, y eso me enfurece más de lo que debería. Más de lo que debería mostrar ante mi familia.
Tenerlo cerca, sentir en mi cuerpo esas caricias qué hasta hace nada eran de mis partes favoritas de nuestra relación, me hace sentir rabiosa.
Pero no es una rabia que nace desde lo injusto, aunque podría serlo. Es una rabia que nace de la decepción, del dolor. Él puede insistir mucho en mantener la normalidad, hacerse el tonto, pero en su interior tiene que entender.
A fin de cuentas firmó el divorcio.
Mi madre retoma una conversación con mi padre y en cuestión de pocos minutos se ven riendo y contando alguna anécdota del pasado. La abuela Gigi sorbe su chocolate con una sonrisa tranquila, lo que me pone feliz, porque s