2 de diciembre. En la mañana.
Breckenridge
Killiam Draven
Tengo sus labios a un suspiro de los míos. Tengo su cuerpo tan cerca que su calor se filtra hacia el mío a pesar del frío. La tengo en mis brazos y, aun así, me obligo a retroceder.
Todavía siento en mis labios el cosquilleo del beso que nos dimos dentro del resort, para disfrute de su familia. Todavía mis manos pican con las ganas de tocarla a cada hora, como solía ser. Y mi corazón, mi corazón ya no sabe cómo resistir
«Y se supone que este es el principio».
Mack deja salir un suspiro y cierra los ojos. Siento el estremecimiento de su pecho, como si tuviera un sollozo ahogado en la garganta. Sé que quiere llorar y, ¡carajo!, quiero que lo haga.
Quiero que haga algo. Algo que me permita saber qué sucede, por qué tomó esta decisión que a leguas se nota que le cuesta.
Acerco más mis labios a los suyos, hasta que siento el temblor en su aliento.
—Killiam —mi nombre suena como una súplica. Su cuerpo se arquea apenas hacia el mío, c