La noche estaba más oscura de lo habitual, como si el cielo mismo presintiera lo que Ellie estaba a punto de presenciar. Sus pasos eran firmes, aunque su corazón titubeaba en cada latido. Sandro le había dicho que esa noche trabajaría hasta tarde en su despacho personal, en la oficina central. Que tenía reuniones importantes, que no quería interrupciones. Pero Kelly, como siempre, tenía un sexto sentido para la mentira.
—Él no está trabajando —le dijo por teléfono—. Rebeca también desapareció del radar. ¿Coincidencia? Lo dudo mucho.
Ellie había intentado confiar. Había querido creer que lo del evento benéfico había sido un error, una provocación de Rebeca y una distracción de Sandro. Que el beso no había sido planeado. Que él no correspondió. Que ella fue la única que sintió dolor. Pero cuando la mentira empieza a oler, ya no hay perfume que la disimule.
Tomó su abrigo y salió directo a la oficina. No avisó, no llamó. Esa noche, Ellie sería su propia verdad.
---
El edificio