3: Enfermizo.

“Asfixiante y amarga soledad.”

Rose no pudo dormir en toda la noche. La sensación de alerta la mantenía tensa, con el corazón en un vaivén constante. El aire era pesado, sofocante, como si algo invisible le apretara el pecho.

Sus ojos viajaron al frasco de pastillas en la mesita de noche. El médico le había asegurado que la ayudarían a descansar, pero cada vez que las tomaba, los sueños se volvían más largos, intensos, reales. Dudó. ¿Por qué se sentía tan culpable de necesitar esa ayuda?

No era su culpa soñar con aquello. No era su culpa no poder dormir.

¿O sí?

Se recostó otra vez, pero la ansiedad no cedía. Tal vez lo mejor sería levantarse, hacer algo. Quizás ir a la biblioteca y encontrar libros que explicaran esos sueños que la perseguían cada noche.

Decidió hacerlo. Apenas sus pies tocaron el suelo helado del apartaestudio, un mareo la golpeó. La visión se volvió borrosa y tuvo que obligarse a sentarse antes de desplomarse. Un suspiro escapó de sus labios, resonando en el silencio absoluto del lugar.

Siempre sola.

Siempre atrapada.

—Escapar es inútil.

El murmullo se deslizó en la nada, helado contra su cuello. Rose se levantó de golpe, con el corazón golpeándole los oídos.

Sus ojos recorrieron la habitación: el café frío sobre la mesa, la ropa arrugada en la silla, el ruido lejano de la ciudad que despertaba. Nada parecía fuera de lo normal… y, aun así, algo dentro de ella sabía que no estaba sola.

La ducha fue un castigo. El agua fría golpeó su piel, haciéndola estremecer. Cerró los ojos y entonces, como siempre, las manos aparecieron.

Un roce en su cuello.

Un descenso lento por su vientre.

Un contacto ardiente entre sus muslos.

Un jadeo involuntario escapó de su boca, haciéndola doblarse contra la pared de azulejos. La piel se le erizó, un escalofrío recorrió su espalda, la respiración se volvió errática. Por un instante, se dejó llevar.

Abrió los ojos y se cubrió la boca, como si alguien pudiera escucharla. Pero no había nadie. Nunca lo había.

Vergüenza. Culpa. Y esa certeza incómoda: siempre sola.

Negando con la cabeza, Rose se obligó a salir de la ducha. Puede que la poca cordura que le quedaba la estuviera consumiendo lentamente, no lo admitirá nunca —menos delante del psicólogo de los martes— pero, algo en ella se estaba acostumbrando a su estilo actual de vida.

Solo que no lo aceptaba del todo.

—No estoy alucinando, sé que no estoy loca. —Se decía ella, mientras veía su silueta en el espejo, Rose poseía un cabello rojizo oscuro que caía hasta su cintura, un cuerpo curvilíneo acompañado con un vientre que sobre sale un poco, debido a la comida tan deliciosa —y que engorda— que le gustaba comer.

Sus ojos tienen un destello curioso —pero que ahora poseían ligeras ojeras— y posee una sonrisa curveada en una sonrisa natural, solo que, hace tiempo no tenía motivos para hacerlo.

Dejando esos pensamientos de lado, rose tomo lo primero que encontró, se hizo una cola y salió rumbo hacia la biblioteca más cercana. Si esto continuaba así, terminaría dándole la bienvenida a esas jodidas sombras que, persistían en estar con ella y no dejarla de tocar.

(...)

—¿Libros sobre demonios? —repitió la bibliotecaria, arqueando una ceja. Su mueca bastaba para dejar claro lo que pensaba de Rose.—Área este a la derecha.—Añadió la señora con desgano.

“Mejor que nada”, pensó Rose.

Sus pies la llevaron por los pasillos ya abandonados de la biblioteca, y pensar que en algún momento este lugar estaba repleto de personas a todas horas. Suponía que la llegada del internet judío un poco las cosas.

Sin embargo, existía información que quizás no estaba plasmada en el amplio mundo digital.

Lo sabe pues, intento buscar información útil sobre la razón de sus sueños tan oscuros —y malditamente excitantes— pero, no encontró nada que le fuera útil.

Las horas pasaron entre páginas amarillentas y polvorientas. Historias vagas, advertencias moralistas, mitos sin sentido. Nada concreto. Nada útil. Cada palabra era un arrullo soporífero que pesaba en sus párpados. Finalmente, el sueño la venció, y su cabeza cayó sobre la mesa.

De nuevo la iglesia gótica.

Las vidrieras rotas dejaban entrar una luz enferma. El eco de sus pasos retumbaba, pero no estaba sola. Cadenas pesadas sujetaban sus muñecas, hundiéndola en la penumbra. El aire frío cortaba su piel.

Y entonces llegaron las caricias.

Manos heladas recorriendo su cuerpo.

Labios húmedos entre sus muslos.

Un jadeo escapó de sus labios. Una mano firme apretó su cuello, no para asfixiarla, sino para obligarla a mirar hacia la oscuridad.

—Sométete ante mí.

La voz resonó dentro de ella como una orden inquebrantable.

Rose despertó sobresaltada. El libro seguía abierto frente a ella, y en la página se leía con letras negras:

Capítulo XV: El infierno posee a muchos príncipes, y uno de ellos reina en el círculo del orgullo.

Su corazón dio un vuelco.

¿Demonios? ¿Con esto estaba tratando ella?, un escalofrió la recorre por completo el cuerpo y la deja con una sensación de frio en los hombros.

Lo sabe, lo sintió, su cuerpo también y aun asi, ¿Por qué se engañaba asi misma con todo esto?, no tiene respuesta clara y su corazón sigue latiendo como loco.

—¡¿Qué haces aquí?! —La voz de la bibliotecaria tronó, cargada de furia. ¿Hace cuánto se quedó dormida?, no había una respuesta concreta para eso.

Rose se incorporó torpemente. Temblaba y las palabras salian atropelladas

—Lo siento… no quería…—Murmuraba, disque respetando que no pudiera levantar la voz en aquel lugar.

—¡La biblioteca cerró hace horas! ¡Esto no es un refugio para locos! —Con el rostro encendido, recogió sus cosas y huyó.

La noche la recibió con un aire helado. Dio un paso en falso sobre el pavimento irregular. El cuerpo se le fue hacia adelante, lista para un golpe doloroso.

Pero nunca llegó.

Unas manos firmes se cerraron alrededor de su cintura, deteniéndola con una fuerza imposible. El calor de un cuerpo contra el suyo la envolvió apenas un segundo. Real.  Presente.

Cuando alzó la vista, no había nadie.

Rose se quedó paralizada.

No era un sueño.

No era una ilusión.

Alguien la había sostenido.

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