Capitulo 4

Un mes después del accidente

Entre con rapidez a la habitación del hospital, asegurándome que no hubiera ninguna enfermera. Cuando me hallé sola, me giré hacia la camilla y vi a Ezequiel conectado a todas esas máquinas, mi expresión se contrajo de dolor, sintiendo la culpa de dañar a un inocente. Si mi situación hubiera sido diferente, nunca lo hubiera dejado solo, ni siquiera pensaría en traicionarlo. Pero yo solo era una estafadora, y no podía permitir que me descubrieran, o jamás vería el día en que me alejara de la deuda que le dejo mi padre a Rut. Tomé la mano de Ezequiel y solté.

—Lo siento mucho, Ezequiel... lo último que quería era que tú salieras lastimado, aun así... yo... —De repente las máquinas empezaron a sonar con descontrol, la mano de Ezequiel me agarro con fuerza y entonces vi sus ojos mirarme. Asustada me solté de su agarre negando.

—Ezequiel... yo... perdóname por favor... —Ezequiel, con la respiración agitada, se quitó la mascarilla de la cara y propino.

—Mónica... tú... — Soltó en un hilo de voz débil, al cual pude sentir su rabia, jamás olvidaría sus ojos llenos de cólera. Estiro su mano hacia mi tembloroso y con rapidez corrí hacia la puerta al ver como las enfermeras entraban para estabilizarlo.



—Mónica, responde. —Pegue un respingo volviendo a la realidad. Ezequiel se encontraba sentado frente a mí con expresión fría e indiferente.

—¿Qué me dijiste? No te estaba escuchando.

—¿Acaso te estoy haciendo perder el tiempo? —Negué con rapidez sin poderlo mirar a la cara.

—No, es solo que no esperaba verte.

—Claro que no esperabas verme, porque eres igual de descarada que mi hermano —alce mi mirada con tristeza, sintiendo el filo de sus palabras.

—Responde, vas a pagarme o pretendes esconderte en esta casa como una rata.

—¿Pagarte? Que quieres que te pague, fui víctima de tu hermano tanto como tú. —increpe enojada

—Eso pensaba, hasta que ese día tú me llamaste a ese departamento y me tendiste una trampa con el enfermo de mi hermano, ¿dónde está mi hermano, Mónica? Estoy seguro de que debes saber dónde se esconde ese delincuente. Sabes que robo todo el dinero de mis cuentas, y el dinero de mi proyecto de cine, años de planeación. Y no contento con ello, me mando al hospital por seis meses recuperándome... Te parece demasiado que pida una indemnización. —Soltó mirándome con una rabia que no podía ocultar, haciéndome sentir vergüenza de mí misma. De repente, los hombres que lo acompañaban deslizaron sobre la mesa un papel.

—¿Q-qué es eso?

—Tu oportunidad para que no empiece un proceso judicial contra ti, y ya que mi hermano no está aquí, supongo que tendrás que pagar las consecuencias —me levante de la silla y le increpe alterada, ya no quería seguir debiéndole a más personas.

—¿Y acaso crees que Jemes me ha dado el dinero robado? No has pensado muy bien que yo no soy la presa a la que tienes que perseguir.

—¿Y quién dice que quiero dinero? —Mire el papel de la mesa y cuando lo tome con brusquedad lo leí.

—Contrato clausular... ¿Qué es esto, Ezequiel? Explícate que diablos es todo esto. —Se levantó del sillón y apuntándose su saco del traje camino por el pequeño salón indicando.

—Un contrato clausular indefinido, significa un acuerdo con cláusulas muy específicas, ni tiempos definidos.

—¿Ni tiempos definidos? Que pretendes que te pague toda la vida... —increpe siguiéndole para buscar su mirada, de repente se giró y dijo.

—Primera cláusula del contrato: el tiempo que estés pagándome lo decidiré yo.

—¿Qué? Ya te dije que no tengo dinero, ¿cómo quieres que te pague? —sin decir nada camino hacia el otro extremo, en silencio.

—Segunda cláusula del contrato, pagarás tu deuda trabajando en mi empresa, mejor dicho... para mí. Me deberás cada decisión que tomes, todo debe pasar por mí antes de que lo decidas, serás como un perrito detrás de mí alcanzándome hasta la última hoja de papel que caiga de mis manos —se giró hacia mí encontrándose con mi desconcertada expresión.

—Acaso no es más fácil decir que quieres que sea tu esclava —soltó una risa y de repente empezó a desapuntar su camisa, sin apartar sus ojos de mí, descubrió su abdomen, mostrando una horrible cicatriz que atravesaba su espalda de lado a lado.

—¿Te parece que bromeo con esto? Si fuera por mí habría dado tu nombre a la policía sin ningún reparo, pero decidí que quiero que me debas... que me debas hasta que puedas pagarme el daño que tú y mi hermano han hecho, Mónica —se quedó mirándome y entonces entendí que todo esto era una venganza.

—Ezequiel, yo... —aparto la mirada de mis ojos volviéndose a tapar.

—No me importa lo que tengas que decir, me ha quedado muy claro todos estos meses recuperándome y pensando el porqué de las cosas, y he llegado a la conclusión de qué simplemente eres la misma clase de basura que es mi hermano, por eso estaban juntos... —rio levemente y soltó con desagrado. —Y yo de tonto pensado que tal vez tú... en fin que tonto fui.

—Escúchame muy bien, Mónica, no tienes ninguna opción, firma y págame el tiempo que me arrebataste con mi hermano —a punto de soltar algunas lágrimas, tome el papel y sosteniendo la pluma en mis manos, firme, decidida a convertirme en la villana que Ezequiel quería que fuese y que seguramente era y sería toda mi vida, porque no podía ser otra cosa más. No, si le tenía que confesar quién era realmente, era mejor que ser una villana... Sin previo aviso, Ezequiel arrebato el papel de mis manos dándoselo a aquellos hombres que lo acompañaban, lo guardaron en un maletín y arreglando sus trajes empezaron a salir.

—Quiero dinero —solté sin descaro empezando así mi papel de mala. Mi garganta dolía, pero hacía mucho tiempo, la dignidad, el orgullo, o el poder de decisión se había diluido como la máscara que se formaba en mi cara cada día.

—Por supuesto que lo quieres, al fin y al cavo eres lo que es tu marido.

—Si voy a trabajar como una esclava para usted, mínimo quiero algo.

—Está en una de las cláusulas, para su suerte o desgracia... no soy un tirano que vaya contra la ley. —Saco de su traje una copia del contrato y soltó. —Léalo bien, no quiero cometer un delito por omisión de información. La quiero el lunes temprano en la mañana, le recomiendo que no llegué tarde —Y así como llego de sorpresa, camino hacia la salida para perderse de mi mirada de nuevo. Sus pies se detuvieron un segundo, se giró hacia mí y desde la lejanía soltó.

—Una cosa más... ¿Fuiste al hospital cuando estaba internado? —un largo silencio se implantó en el lugar, pasé saliva con dificultad y solté.

—No fui, no tendría sentido que hubiera ido. —Una mueca en forma de sonrisa se formó en su boca, sus ojos llenos de decepción me miraron de nuevo apuñalando mi ser.

—Por supuesto que no irías... no sé ni porque pregunto —sin mirar hacia atrás se fue, dejando que una lágrima solitaria escapara de mis ojos.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP