La tasa de mi café se había terminado y con ella mi historia, juguete con el residual del fondo de mi tasa mientras esperaba algo, que me insultara, que me mirara con disgusto, solo quería que dijera algo, pero en silencio pago la cuenta y antes de irse dijo.
—¿Qué harás con tu vida…?
—¿A qué te refieres?
—Está claro que repudias tu situación, piensas cambiarla.
—Pienso liberarme, a toda costa…
—¿Cuándo? Y cuanto piensas perder por lograrlo.
—¿Perder? Yo ya no tengo nada que perder.
—Ezequiel… has pensado en él. ¿Por qué no le cuentas tu historia…? Si no lo haces lo perderás.
—Hace mucho tiempo que le perdí, él solo me ve tal y como soy ante sus ojos… la villa de su historia —Guarde silencio, no le había contado qué pensaba robar aquella habitación de la misión de Ezequiel… no tenía cara para mirarla y contarle el delito que planeaba hacer para liberarme por fin de esta gente.
—Dime una cosa Mónica… nunca amaste a Ezequiel —la miré en silencio, y no pude aguantarle la mirada.
—Porque