Abrí la puerta con fuerza completamente empapada de agua sucia, llena de barrio y la respiración acelerada, y vi el panorama lúgubre y sucio, las luces estaban apagadas, solo la televisión iluminaba el sillón, un horroroso ruido blanco, una botella callo de su mano rodando hasta mis pies. Solté un suspiro cerrando la puerta con fuerza, provocando que se quejara, lancé mi maleta empapada a un lado caminando hasta él.
—Maldita puta… eres igual de ruidosa que ella.
—¡Papá, dame dinero! —se irguió sentándose en el sillón mientras se tocaba su cabeza quejándose.
—Piérdete, niña… crees que si tuviera dinero estaría aquí.
—¡Te gasté el dinero de la alacena! ¡Dame el dinero, papá, tengo hambre!
—¡Que te quites! —grito empujándome a un lado.
—¿Crees que no tengo mejores cosas que pagar? Debemos meses de renta y a más tipos a los que le debo, crees realmente que me importe que tengas hambre, busca una manera de pagar mis deudas y tendrás tu plato. Le miré con rabia y solté.
—Mi maestra de clase