Capitulo 3

6 MESES

Después de aquella noche, no volví a ver a nadie de la familia Montgomery. Jemes había desaparecido, y después de ese día no podía contactarle. Por otra parte, Ezequiel estaba vivo, pero como me lo imagine, la familia maquillo todo a los medios de manera eficiente, como era de esperarse. Era como si el incidente no hubiera existido. ¿Y entonces en que posición me dejaba esto? Ni yo misma lo sabía, pero la situación en la casa de la señora Rut, era peor que nunca.

—¡Esta maldita porquería! —lanzo uno de los platos hacia la pileta llena de agua sucia. Limpiándose el sudor de la frente mientras se apoyaba en el mesón de la cocina.

—Hasta cuando tendré que trabajar en esta maldita cocina, sirviendo a estúpidos fideos a asalariados, estoy harta.

—Si cerramos, no tendremos nada que comer, no sé qué es peor.

—Eres la última persona a la que quiero escuchar. ¿Dónde está tu marido? El millonario al que tenías que desangrar. No estaríamos en esta situación, sino fuera por tu culpa.

—Tengo la culpa de que ese maldito loco, haya apuñalado a su hermano, aún no sé ni como no nos ha denunciado Ezequiel.

—¿Y qué? Quieres que siga trabajando en esta grasosa cocina de fideos chinos, yo no te tengo aquí porque seas mi hija, ni por tu bonita cara. Me debes dinero y mucho... así que ve pensando en algo porque ya me estoy empezando a desesperar.

—¿Y cuál es tu plan? Porque yo solo he pensado en que puedo ir a la cárcel, si vuelvo con esa familia.

—Pide el divorcio y exige tu parte del dinero, haz un papelón de víctima, que estás muy asustada, y que no puedes estar más con ese hombre. —Pase saliva con dificultad recordando a Ezequiel en el suelo, no podía ni mirarlo a la cara nunca más, las pesadillas me perseguían.

—No puedo volver con esa familia... no después de que me desaparecí en el ataque, ¿qué cree que dirán?

—¿Acaso tú tienes vergüenza? —soltó una carcajada —Acaso crees que en tu situación puedes decidir no tener ganas, o dignidad, ¿tú qué piensas, Goro? Esta perra flacuchenta me debe hasta el plato que he estado poniendo en su boca desde que era una niña sucia sin padre ni madre.

—Parece que los cuervos picotean las mano que les dan de comer, madre.

—¡Eso no es verdad! Solo digo que no tengo cara para volver con esa familia, ni siquiera está Jemes, ¿qué queréis que haga? —propine desesperada.

—Entonces, ve a por el otro hermano —le miré incrédula mientras Goro se reía.

—No me va a querer ni ver, olvidaros de esa idea. —Solté con amargura sintiendo como se me revolvían las entrañas.

—Es un hombre, es ver un culo bonito y ya te digo yo que se le pasa la rabia. Si no pudiste con uno, ve a por el otro. Además, no finjas, cuando tuve que seguirlos, me fijé como os mirabais, él te trataba con cariño. —Soltó Goro metiendo cizaña como siempre, negué mientras escuchaba su tonta risa.

—¿Eso es verdad, Mónica? Tuviste algún amorío con el hermano menor. —Enojada le miré.

—No tuve nada con ese hombre, solo fue amable conmigo mientras tenía que aguantar como él hermanó mayor llegaba borracho para golpearme... —Rut se acercó a mí mientras intentaba evitar su mirada.

—Entonces dame todo el dinero que estás ahorrando en esa cuenta tuya —sorprendida, la mire sonreírme.

—¿Creías que no sabía nada?

—Solo es una cuenta para mis estudios, sigo pagándote todo lo que tengo, no me quedo con nada.

—Sí, sí, sí, no quiero migajas sin valor, quiero un botín grande. Pero si no me das opción, tomaré el dinero de esa cuenta para saciar mi hambre. ¿Lo entiendes? —asentí sin mirarla.

—Iré mañana, y pensaré algo para sacarle dinero.

—Así me gusta escucharte —soltó dándome Goro un golpe en el hombro para irse con su madre.

—Mamá, necesitó dinero para la peluquería, estoy hecha una porquería y estoy harta de ser menos en la secundaria.

—Claro que, si cariño. Ven, vamos a ver qué podemos hacer para mi dulce pequeñita. —Mónica termina de servir a los clientes y cierra la tienda. Solté un suspiro fuerte apoyándome en el mesón con disgusto. Antes de que siquiera diera un paso, la señora Rut entró alterada a la cocina y propino mirándome tensa.

—¡Es él! Ezequiel Montgomery está aquí. —dijo acelerada buscando donde esconderse.

—¿Qué? —me asome con rapidez, y le vi a él y a dos hombres escudriñar todo el lugar con insistencia como si buscara algo, o alguien.

—No puede vernos, se hará preguntas.

—Suban rápido, lo entretendré todo lo que pueda —todos corrieron a la escalera de atrás. Temerosa, con la respiración acelerada me quité el delantal y arreglando un poco mi cabello, salí con prisa topándome con él de frente. Nuestras miradas se encontraron y fue como si el tiempo se hubiera congelado en ese mismo instante, hasta que el hechizo se rompió y su dura mirada recayó sobre mí.

—¿Ezequiel... que haces?

—Prepara un lugar para hablar con tranquilidad, no voy a hablar en medio de la cocina. —con sequedad me aparto entrando sin esperar a mis palabras. Me giré para verle y solté en un murmullo bajo.

—Está bien, solo dame un segundo para cerrar... —agaché la mirada con la vergüenza latente, y la ansiedad de enfrentarle después de seis meses, tantas preguntas. ¿Cómo estaba? ¿Qué había estado haciendo? Me odiaba.

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