En México, el pequeño Augusto ya tenía casi 8 años, aún no aprendía a vivir con la ausencia de su madre, aún todas las noches necesitaba su abrazo, aún recordaba el sabor de las galletas rápidas que ella le preparaba.
Tanto Martina, como Sebastian, habían hecho un extraordinario trabajo cuidando de él, pues, a la muerte de Demian, ellos se habían aferrado a su nieto, que de alguna manera les había servido para no dejarse caer en la tristeza de la pérdida de su único hijo.
Alejandro, prácticamente les había dejado a su hijo, pues él continuaba buscando pistas sobre el paradero de Eva.
Al final, tras pensarlo mucho, todos llegaron a la misma conclusión: no podrían ocultarle por más tiempo el que Eva había sido secuestrada, así que, tan pronto como Augusto tuvo más conciencia, habían hablado con él y le habían explicado la situación.
El pobre Augusto no podía creer lo que sucedía, pero su padre le había prometido que él personalmente se encargaría de traer a su madre de vuelta, as