Serena sintió una punzada en el pecho, de pronto, todos los recuerdos del pasado se le vinieron a la mente. Por inercia, tomó la mano de la niña que estaba a su lado, miró al hombre y sintió como sudor frío le recorría el cuerpo.
Ella quería salir de ahí corriendo, ella había jurado no volverse a cruzar en el camino de aquel despiadado hombre que, un día, la enamoró, la usó y la dejó. De todos los posibles escenarios que un día creyó, este era uno de los que jamás esperó.
- Serena Scott, sé que eres tú… -dijo Alejandro cambiando de un tono de voz grueso a uno más suave, al ver como aquella niña lo miraba con miedo.
- ¡Mami! ¿Quién es este señor? -dijo la niña, mirando con atención al hombre frente a ella.
- Nat, cielo, mira, aquí está el pastel que pediste. Cariño, ve a la mesa que está ahí en la ventana. -dijo señalando la mujer un lugar alejado de ellos dos. - En un momento te alcanzo, ¿Sí?
Serena, luego de ver que su hija se sentaba en el lugar que había señalado, volvió a mirar al