Al día siguiente, Eva se levantó aún aturdida por lo que le había dicho Sergio y más por lo que le había propuesto. Ella, realmente, no sabía lo que debía hacer, no tenía ni idea de a quién recurrir.
Era claro que la primera persona que le cruzó por la mente fue Alejandro Mendoza; sin embargo, ahora dudaba de todo aquel que la rodeaba. No sabía quién podía ir y contarle todo a Sergio, la vida y seguridad de su padre, ella consideraba que dependían de su discreción.
Eva meditó un poco y llegó a la conclusión de que lo único que podía hacer en ese momento, era, salir de dudas.
Con aquello en mente, tomó su bolso y fue a donde su padre se encontraba detenido. Tal como si alguien les hubiese notificado de su visita, y no tenía que ser muy lista para saber de quién se trataba, la dejaron pasar e incluso si la dejaron ver a su padre.
No tuvo que esperar demasiado cuando su padre apareció esposado con playera blanca y pantalón beige.
- ¡Hija! ¿Y tu madre, tu hermano? -pregunto el hombre mira