Mientras eso sucedía, Eva, sintiendo un enorme hueco en el pecho, estaba siendo acomodada en una elegante habitación que era digna para un cuento de hadas.
- Señorita Díaz, ¿Está usted cómoda? -dijo una enfermera en modo amable.
- ¡Eh! Sí, si estoy… solo quiero dormir un poco, ¿Podrías cerrar las cortinas?
- ¡Oh! ¡Claro que sí! El señor Mendoza nos pidió estar atentas a usted, por lo que, sea lo que sé que necesite, solo toque aquel botón y vendré enseguida. -dijo la mujer de manera apacible.
Luego de analizar todas las posibilidades y ver la seguridad con la que Eva estaba tomando su decisión, Maximiliano le propuso a Eva cuidar de ella al menos hasta que se sintiera mejor o que él bebe naciera. Le aseguraba que mientras estuviera bajo su ala, su hijo, no podría acercarse a ella, no mientras ella así lo quisiera.
Aunque el hombre lo que realmente deseaba era que, su hijo no cometiera los mismos errores que él con su esposa.
Eva dudó mucho en tomar aquella propuesta, pero, viendo sus