35. Enfrentamiento
El psiquiatra de Álvaro llegó después del mediodía. Se encerraron a hablar por un buen rato, y cuando por fin salieron de la habitación, pude notar que Álvaro estaba más tranquilo. Se veía agotado, pero al menos ya no tenía esa mirada perdida que me rompía el alma. El doctor me entregó una nueva dosis de medicamentos y dos inyecciones, explicándome con seriedad que solo debíamos usarlas en caso de que él entrara en una crisis severa.
—Estas lo adormecerán lo suficiente hasta que yo llegue —me advirtió con firmeza.
Asentí, guardando las medicinas con cuidado.
Cuando el doctor se fue, Gael apareció en la puerta con el ceño fruncido, visiblemente preocupado.
—¿Cómo está? —preguntó en voz baja.
—Un poco mejor —respondí—. Pasa, por favor.
Ambos entramos a la casa. Álvaro estaba sentado en uno de los sillones de la estancia, cubriendo su rostro con las manos, como si el peso de todo lo que estaba pasando lo aplastara. Mi corazón se encogió al verlo así.
—Álvaro… tengo noticias… —dijo Gael c