33. Una nueva esperanza
Esteban Cazares
La madre de Emilia pidió hablar conmigo a solas. Mi madre sugirió que usáramos su biblioteca, un lugar donde nadie nos interrumpiría.
No tenía idea de qué quería decirme, pero su repentina aparición me inquietaba.
Una vez sentados en la sala de mi madre, ella me miró con una expresión que no supe descifrar. Sus ojos oscuros parecían cargados de angustia, como si llevara un peso imposible sobre los hombros.
—Esteban, hijo… siento mucho la pena que estás sufriendo. Sé lo que es perder a un ser querido, ¿me entiendes, verdad?
Asentí, suponiendo que hablaba de la muerte de su esposo, Lorenzo, hacía unos meses.
—Disculpe si soy directo, pero… ¿de qué quiere hablar? —pregunté sin rodeos.
Ella sonrió levemente, pero su expresión no reflejaba felicidad. Había algo en su mirada, una mezcla de tristeza y urgencia, que hizo que todo mi cuerpo se tensara.
—Quiero preguntarte algo —hizo una pausa y arqueé una ceja, expectante—. ¿Aún amas a mi hija?
Su pregunta me tomó por sorpresa.