29. Jugo de manzana
Emilia Díaz
Caminamos en silencio hacia el estacionamiento de la facultad, donde mi padre y su familia nos esperaban junto al auto. Álvaro mantenía su mano entrelazada con la mía.
Cuando llegamos a donde estaban los demás, mi padre cruzó los brazos y nos miró con una ceja levantada, examinando a Álvaro con curiosidad. Denise estaba de pie junto a mi hermano, mientras que mi hermana sostenía los globos y regalos que había recibido de ellos por mi graduación.
—Lamento la forma en que reaccioné hace un momento —dijo Álvaro con voz firme pero sincera—. No debí perder la calma, pero… hay personas que simplemente logran sacarme de mis casillas.
Mi padre soltó una carcajada y le dio una palmada en el hombro a Álvaro.
—No tienes que disculparte, hijo —respondió con una sonrisa burlona—. Damiana puede volver loco a cualquiera. Te sorprendería la paciencia que tuve que desarrollar cuando estábamos casados.
Las carcajadas de mi padre fueron seguidas por las risas de Denise, quien meneó la cabe