26. ¡Oh sorpresa!
Esteban Cazares
Tragué saliva y observé a Gloria por el rabillo del ojo mientras daba un sorbo a mi café. Estaba de espaldas, en la cocina, removiendo algo en la sartén con la soltura de quien se siente en casa. Pero no lo estaba. No en la mía. Cada vez que se movía por el departamento como si le perteneciera, como si fuera mi mujer, algo dentro de mí se revolvía con asco.
Me repugnaba esa cercanía.
Me repugnaba ella.
No quería seguir con esto. Lo que fuera que tuviéramos ya no tenía nombre, no tenía sentido, no tenía futuro. Solo quedaban las consecuencias.
Emilia.
Mi estómago se contrajo con solo pensar en ella. Cerré los ojos un momento y carraspeé, tratando de borrar su imagen. La odiaba, y al mismo tiempo la amaba con una rabia que me carcomía el alma. Me había dejado. Me había humillado. Se había ido con ese malnacido de Álvaro y me había robado todo lo que alguna vez soñé tener.
Y aún así... no podía olvidarla.
—Me has estado mirando toda la mañana… ¿tienes ganas? —la voz de G