11. Estaba sola

Días después de la partida de Santiago, me enteré de que, antes de irse, compró ciento cincuenta dulces para llevarse a la Capital. Estaba anonadada por el gesto tan bondadoso que había tenido para con mi amiga. Santiago era el hombre más amable que había conocido, y lo extrañaba mucho. A veces me despertaba sintiendo un hueco en el estómago, como un vacío que me mantenía inquieta.

Decidí, por mi bien, ocuparme en otras cosas, como ayudar a Margarita a hacer crecer el negocio. En realidad, lo hacía más por ella, ya que, si las cosas salían como pensaba, después de terminar la universidad regresaría al rancho para hacerlo prosperar mucho más.

Mi mayor sueño era transformar el rancho en un lugar donde todos pudieran crecer. Quería que las familias del pueblo tuvieran acceso a alimentos frescos y a un trabajo digno. Sabía que, para lograrlo, tenía que prepararme y aprender todo lo necesario.

Cabalgaba de regreso al rancho a toda velocidad desde la casa de Margarita. El cielo estaba negro
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