Un silencio pesado se había instalado de repente en el bosque antes de sentirse observada y el vello de la nuca se le erizó, aquello la había hecho abrir los ojos.

Sintiendo un golpe directo en el pecho que la dejó sin aliento e hizo que cada parte de su cuerpo se estremeciera, como si su cuerpo hubiese estado esperando esa presencia incluso cuando ella se negaba a aceptar la verdad.

El agua helada le azotó los hombros, pero Katherine apenas lo percibió porque sintió que el mundo se detenía bajo el peso de esa voz. Él estaba allí dentro del río a una distancia mínima de ella con los brazos cruzados sobre su amplio pecho, el agua resbaló por su piel bronceada y tensa, acentuando cada músculo perfectamente esculpido. Su cabello negro caía desordenado sobre su frente haciéndolo ver muchísimo más atractivo y sus ojos azules la devoraban con una intensidad que la hizo sentir expuesta, no solo por su desnudez bajo la cascada, sino por algo mucho más profundo.

Él no había cambiado en absol