CAPÍTULO 27: MOMENTO DE ESCAPAR
EN LA CABAÑA, CHICAGO.
Cristel no había podido descansar, ni siquiera lo intentó. Se había levantado en cuanto los pasos de Yaroslav se desvanecieron, arrastrándose hasta la ventana para verlo partir, ignorando el dolor punzante cerca del vientre donde la herida aún latía y estaba recién cosida. El miedo le helaba las venas, pero no por su propio estado, sino por su hija... y, aunque no lo entendía del todo, también por él.
Eso la confundía. ¿Por qué le importaba la suerte de un hombre al que apenas había visto un par de veces?
Sabía lo que Brandon podía hacerle. Aunque nunca había conocido la verdadera crueldad de su esposo, algo en su instinto le gritaba que ese hombre ya no era —o quizá nunca había sido— la persona que ella creyó haber conocido. Brandon jamás fue el esposo perfecto; frío, distante, incapaz de darle un mínimo de afecto en privado, aunque frente a otros se transformaba en el marido devoto. Una completa máscara perfecta era la que usaba