CAPÍTULO 25: PROMESA
Cristel lo miró en silencio, con los ojos abiertos y húmedos, como si esas palabras hubieran sido la única cuerda a la que podía aferrarse para no hundirse. Pero aún así, su respiración continuaba agitada, el temblor en su cuerpo no cedía, y sus labios se entreabrieron con una súplica que no necesitaba voz.
—No quiero esperar… —susurró, apenas un hilo de aire—. No puedo quedarme aquí quieta… no sabiendo que mi hija está desprotegida allá afuera…
Yaroslav inhaló hondo, cerrando los ojos apenas un instante y conteniendo la tormenta que le rugía dentro. Se inclinó hacia ella, su rostro quedó a escasos centímetros del suyo.
—Preciosa… escucha bien. No vas a moverte de aquí —su voz grave era firme, pero baja, había una mezcla de protección y autoridad en sus palabras—. No puedo permitir que tú vuelvas a estar en peligro. Aparte tu cuerpo ocupa descansar.
Cristel desvió la mirada, apretando los labios. Al haber escuchado que la llamó "preciosa", eso la dejó sorprendida