Lena estaba recorrió todo el espacio, mientras Kerem le seguía de cerca, hasta que la joven encontró un libro que llamó su atención y tiró de la mano de Kerem para guiarlo a un sofá cómodo, Kerem se acomodó en asiento recargando su ancha espalda en el terciopelo y Lena se sentó en el brazo del sofá con las piernas cruzadas y el libro entre las manos. Sus dedos pasaban con cuidado sobre la tapa, como si intentara memorizar su textura antes de hablar.
—Este es el libro que voy a leerte —dijo ella, levantando un poco el ejemplar y recitando el nombre.
Él asintió, con esa calma inquietante que siempre cargaba en su voz.
—Perfecto —murmuró—. Comenzamos cuando regresemos del instituto el sábado.
El cuerpo de Lena se tensó de inmediato. La palabra “instituto” le pesó en el pecho como una piedra. No respondió de inmediato, y Kerem, que notaba cada mínima alteración en el aire, ladeó apenas el rostro. Esta vez no fue por el recuerdo aterrador de Marla. Sino por Lucia. De pronto Lena se sintió