Perspectiva de Kerem
.
—Hemos llegado a Londres, señor.
La voz de Harold me arranca del letargo. Con un tono formal y preciso, como siempre. Abro los ojos lentamente, y la claridad del sol atraviesa las ventanas del jet privado, filtrándose como una daga. El reflejo me obliga a entrecerrar los ojos y a bajar la cabeza apenas. Aún me cuesta acostumbrarme a la luz. No es que me duela… es más bien una punzada, una incomodidad constante que me recuerda que volví a ver. Que después de tres años vuelvo a ver esta ciudad.
Londres.
El nombre pesa en mi mente. Tiene un eco familiar, un olor a lluvia y a distancia. Bajo lentamente la escalerilla del jet. Mientras el aire húmedo me golpea el rostro y me llena los pulmones. No lo había notado antes, pero incluso el viento aquí tiene una textura distinta. Lo aspiro con cuidado, como si pudiera reconocer el pasado en el aire.
El aeropuerto se extiende frente a mí, vasto, con ese movimiento caótico que nunca me gustó. Las luces, los autos, la