Mansión Lancaster
Habían pasado dos horas desde que Oliver salió de la mansión, luego de culminar los asuntos de la empresa con Kerem. Lena aún se encontraba en la habitación de sus mascotas cuando Kerem tomó asiento en el sofá junto a la cama de sombra.
—¿De qué hablabas con Oliver? —preguntó Kerem con voz grave, rompiendo el silencio que llenaba la habitación.
Lena, agachada frente a la jaula de sus ratones, sostuvo el pequeño cuenco de semillas con manos temblorosas. El crujir suave de las ruedas girando y los chillidos diminutos de los animales parecían más fuertes que nunca en medio de esa pregunta. Tragó saliva.
No porque estuvieran hablando de algo malo en realidad, pero pensó que Kerem quizá no quería escuchar que su amigo le había dado información sobre su ceguera. Eso sin duda tensaría el espacio y posiblemente molestaría a Kerem. Así que Lena optó por no decir nada.
—¿Por qué crees que hablábamos de algo? —replicó sin girarse, fingiendo calma.
Kerem se levantó de su sillón