Guildford quedaba a menos de una hora de Londres. Una ciudad tranquila, con casas viejas y calles estrechas. En una de esas casas, Marla desayunaba. La mesa estaba bien puesta, con platos de porcelana, fruta cortada y café caliente. Aunque la casa por fuera parecía abandonada, por dentro todo estaba ordenado.
Marla cortaba un trozo de croissant mientras hablaba.
—Por culpa de Lena me descubrieron —dijo sin levantar la vista—. Me quitó todo. Quiero que pague.
Odelia estaba frente a ella, con un vaso de jugo entre las manos. Bebió un trago largo y luego la miró.
—Kerem tiene contactos en todas partes —dijo con cuidado—. Si hacemos algo mal, alguien lo sabrá.
Marla levantó la mirada.
—Por eso me reuniré esta tarde con gente que sabe cómo hacerlo. Pagaré bien. Quiero me traigan a la huérfana. Cuando la tenga en mi poder, todo cambiará.
Odelia asintió despacio, aunque no estaba de acuerdo. No quería seguir metida en eso. Sentía miedo. Miedo de que la atraparan. Para ella el ca