La última noche de Kerem en su mansión compartió un momento de intimidad con Lena. Sus cuerpos se buscaron con desesperación, con la urgencia de quienes saben que el tiempo se les escapa entre los dedos. Kerem la embistió con fuerza, queriendo saciar todo lo que le haría falta durante los meses lejos de ella. Lena se aferró a su cuerpo como si al hacerlo pudiera impedir que se fuera, como si sus brazos pudieran retenerlo en la mansión para siempre. Se entregaron con pasión, sin reservas, dejando que cada gemido y cada suspiro quedara grabado en la memoria del otro.
—Te amo, Lena —susurró Kerem contra su cuello, con la voz entrecortada. Lena era la primera mujer que escuchaba esas palabras de su boca. Y eran reales.
—Yo también te amo —respondió ella, apretándolo con más fuerza—. Te amo más de lo que creí posible.
EL orgasmo de Lena llegó intenso, arrasando con la cordura de su cuerpo, mientras Kerem continuaba en su entrega hasta que al fin se corrió en su interior y se quedó ahí mucho