Destinada a ti
Destinada a ti
Por: Joana Guzman
Prólogo

Luciana se quedó petrificada al ver a Rodolfo. Su corazón empezó a bombear con fuerza, tanto que podía escucharlo en resonar en sus oídos. ¿Qué hacía él allí? Se suponía que su esposo estaba en un viaje de negocios y que no volvería hasta el día siguiente. Aun así, estaba sentado en la sala con un vaso de whisky en la mano.

—¿Qué.. qué haces aquí? —preguntó con la voz temblorosa.

Se ordenó relajarse para no despertar sus sospechas, ni su furia. Los moretones en sus brazos debido a su último enfrentamiento todavía no habían terminado de desaparecer.

—Es mi casa. ¿Dónde más estaría? —Rodolfo miró la maleta que ella sostenía—. ¿A dónde ibas?

Pensó en una mentira tan rápido como pudo.

—Iba a visitar a una amiga, me invitó a pasar la noche con ella. Me siento demasiado sola sin ti aquí. No sabía que regresarías antes, pero me alegro. Debería llamarla para…

—¡Silencio!

Dio un brinco por el susto y asintió.

—¿Amiga? Qué curioso, jamás mencionaste a una amiga. —Rodolfo se levantó y caminó hasta ella. Con su mano libre la sujetó del mentón con fuerza y la obligó a inclinar la cabeza hacia atrás—. Inténtalo de nuevo, cariño, y esta vez espero que me digas la verdad. —Sus ojos brillaban con furia.

Luciana tembló. Rodolfo era un ser despiadado y no tendría reparos en lastimarla tan pronto se enterará de sus intenciones. No es que fuera a detenerse incluso si no lo averiguaba. Él disfrutaba lastimándola y cualquier cosa era una “buena” excusa para castigarla.

Recordó entonces el test de embarazo oculto en su pequeña maleta. Se había hecho la prueba la tarde anterior, después de pasarse una semana vomitando por las mañanas. Había estado tan asustada y había deseado que el resultado fuera negativo. Se había cuidado a escondidas, pero al final no había servido de nada. Estaba embarazada.

Después llorar durante un tiempo, la idea se había asentado y empezó a planear su escape. No iba a dejar que su bebé pasara por el mismo infierno que ella.

Miró a Rodolfo directo a los ojos. Era hora de enfrentarlo. 

—Me voy —dijo en un susurro—. Te dejo —declaró un poco más fuerte esta vez, pero incluso en esa ocasión su voz tembló.

Rodolfo soltó una carcajada carente de diversión.

Luciana quería escapar lejos, a un lugar donde el jamás pudiera encontrarla, pero su cuerpo se negaba a obedecer sus órdenes.

—¿Crees que será así de fácil?

Rodolfo bebió un sorbo de su vaso con tranquilidad y en un movimiento repentino le volteó la cara con un golpe con la otra mano.

Debería haberlo visto venir. El ardor se extendió por su mejilla y se mordió la mejilla interior para contener un quejido.

—¿Creíste qué podrías largarte y llevarte mis cosas?  ¡Eres mía, al igual que todo lo que tienes! ¡Sin mí no eras nada! —Rodolfo le volteó el rostro de otra cachetada—. ¡Eres una perr@ malagradecida!

Él tiró el vaso al suelo. Este impacto con un fuerte sonido y se hizo añicos.

Luciana dio un respingo y en automático retrocedió un par de pasos. Tenía que poner distancia. Por experiencias pasadas sabía que él no se detendría allí. Miró más allá de él y por primera vez no esperó quieta a que los golpes comenzaran. No lo pensó, tan solo esquivó a Rodolfo y corrió en dirección hacia el pasillo que llevaba a la puerta.

Estaba tan cerca cuando él la tomó de los cabellos y la estampó contra la puerta, luego tiró de ella hacia atrás.

—¡¿A dónde demonios crees que vas?!

Luciana cayó al suelo con un fuerte gemido. El dolor se extendió desde su cadera a todo su cuerpo, pero no dejó que eso la detuviera. Aquellos golpes no eran nada de lo que sabía que se avecinaba.

Se apoyó en sus manos e intentó ponerse pie. Él estuvo encima de ella antes de que lo lograra llegar muy lejos.

—¡Suéltame! —gritó mientras pateaba y arañaba. No le importaba donde le diera, solo necesitaba sacarlo de encima.    

Vio a Rodolfo gesticular algunas palabras, pero estaba más allá de escucharlo. Lo único que podía escuchar era su voz interna diciéndole que luchara, que no se diera por vencida.

No, no se iba a rendir. No esta vez.

—¡Te dije que te quedes quieta!

Rodolfo alzó un mano y le dio un puñetazo.

Un ruido sordo llenó sus oídos y su visión se tornó borrosa. Sus fuerzas menguaron, pero no se desmayó.

—Te odio —susurró, el sabor metálico de su propia sangre filtrándose a su paladar—. Odio el día que apareciste en mi vida.

—¡Cállate! —Rodolfo se puso de pie y le escupió—. ¡Eres una zorr@! Seguro te abriste de piernas para alguien más y te ofreció algo mejor. Pues ya deberías saberlo, no hay nadie mejor que yo. —Entonces la primera patada llegó.

Luciana soltó un gemido lastimero y mientras las lágrimas corrían a raudales por sus mejillas. Se colocó en posición fetal con lo poco de fuerza que le quedaba y se protegió el vientre.

Rodolfo la pateó una vez y luego otra. El hombre que un día había prometido cuidar de ella, había roto su promesa tantas veces.

Después de un tiempo las patadas cesaron, pero Luciana estaba demasiado adolorida como para intentar hacer cualquier movimiento. Dejó que la inconsciencia se la llevara esperando que solo se tratara de un mal sueño. Despertaría en un lugar mejor.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo