Despojada de todo y traicionada por quienes más amaba, Evangeline se ve obligada a fingir su muerte y la de sus trillizos para escapar de las calumnias que la condenaron al exilio. Rechazada por su esposo y con el peso de una nueva identidad, lucha por sobrevivir en las sombras mientras sueña con justicia. Sin embargo, el destino le da un cruel giro cuando uno de sus hijos cae gravemente enfermo, obligándola a regresar al mundo de los Montalvo. Ahora, disfrazada como una mujer que no es, deberá enfrentar a quienes la destruyeron, desenmascarar la red de mentiras que la sepultó y salvar la vida de su hijo. Pero ¿podrá mantenerse firme sin sucumbir nuevamente al irresistible amor de su exesposo, el hombre que fue tanto su refugio como su ruina? En un juego de poder, venganza y pasión, Evangeline descubrirá que para renacer primero deberá enfrentarse a sus propios demonios y resurgir de las cenizas que provocó el fuego que se llevó su antigua vida.
Leer más—¡Mira a esta desvergonzada! ¡Engañó a Nicolás con su cuñado!
Esta frase fue como una bomba y todos en el funeral se quedaron atónitos, observando a la delgada mujer vestida de negro arrodillada frente al ataúd.
Sentí un grupo de miradas acaloradas detrás de mí, mi corazón tembló, y los tulipanes que tenía en la mano se doblaron de repente sobre la tierra delante de mí.
Esa era la flor favorita de la abuela de mi esposo, antes de morir. acomodé cuidadosamente la flor y una lágrima cayó sobre el pétalo.
Sabía que a partir de ese día había perdido el único refugio que tenía en esta familia.
Respiré hondo, contuve mi pena interior y lentamente me levanté, me di la vuelta y alcé la cabeza para encontrarme con los ojos oscuros de mi marido.
Sólo quería explicarle, pero vi que directamente me ignoraba y caminaba hacia la fuente del rumor.
Su hermana menor.
—¿De qué diablos estás hablando, Michelle? —le preguntó Nicolás, apretando sus fuertes puños.
—Así como me oyes, hermano. La fácil de tu esposa se acostó con tu hermano, y no solo eso: aprovechó el trabajo que tenía en la empresa para desfalcarnos.
Durante una fracción de segundo, todas las miradas se posaron en mi cuñado, y yo lo miré desesperada, suplicante de que dijera la verdad, de que afirmara que aquellas acusaciones eran falsas. Pero pude ver una sonrisa en su perfilado rostro.
Cómo olvidarlo, ese supuesto cuñado ya me había estado acosando antes, y si la abuela no se hubiera enterado y me hubiera puesto con ella como ayudante, me temo que...
¿Cómo podría ayudarme ahora?
—Así es, hermanito —dijo — es una zorra fácil — Sentí que mi mundo daba vueltas — Me acerqué a ella porque sospechaba sobre los desfalcos. Lamento haberme acostado con tu esposa —añadió —pero es que fue tan fácil hacerlo que no pude decirle que no. Gracias a ello, pude descubrir los desfalcos que ella le ha hecho a la empresa. Michelle y yo estamos seguros de que fue ella quien envenenó el té de la abuela y, por eso, murió.
Intenté desesperadamente abrir la boca para negar las acusaciones, pero sentí un terrible nudo en la garganta que me oprimía la voz.
Llevaba dos días y dos noches sin dormir por la repentina muerte de mi abuela, por que aunque no llevara mi sangre, era mi abuela.
Sentía un fuerte dolor de cabeza, pero las repentinas acusaciones me mantenían increíblemente despierta.
Nicolás apartó con un poco de violencia a su hermana y caminó hacia mí con pasos decididos. Me tomó con fuerza por la muñeca y me sacudió.
—Dime que eso es mentira.
Sacudí desesperadamente la cabeza en señal de negación, pero de mi boca no podía salir ni un sonido.
Abuela era mi persona favorita, ¿cómo iba a hacerle daño?
Las lágrimas quemándome las mejillas y la llovizna incesante que caía del cielo nos empapaba.
El frío se colaba en mis huesos.
En ese momento, mi suegra salió de entre la multitud y nos apartó con violencia.
Perdí el equilibrio y caí al suelo, manchándome con el barro de la tierra. Mientras utilizaban las palas para cubrir el ataúd de la matriarca de la familia, desde el suelo observé a Nicolás.
—Tienes que confiar en mí —apenas conseguí sacar una débil voz para suplicar.
Pero él apretó con fuerza la mandíbula.
—Prefiero confiar en mis hermanos.
— ¡Llamen a la policía! —gritó mi suegra—. ¡Llámenla ahora! ¡Hay que meter a esta asesina a la cárcel!
Yo sabía que aquello era una emboscada deliberada.
Siempre habían querido deshacerse de mí, pero doña Amara lo había impedido.
Ella siempre me había protegido, pero ahora ya no estaba para hacerlo.
—Nicolás —le supliqué.
Cuando escuché las sirenas de la policía, traté de ponerme de pie, pero el suelo estaba resbaloso. Lo miré desde abajo, humillada.
—No lo he hecho. Tú me conoces. Sabes que yo no haría algo como eso.
Pero, con su característico ceño apretado y sus ojos inexpresivos, negó.
—Yo no te conozco —dijo, dándome la espalda y caminando por el cementerio.
Los policías llegaron y me sujetaron con fuerza, levantándome del suelo.
Todos murmuraban.
Los periodistas que cubrían la muerte de una de las empresarias más importantes del país ahora enfocaban sus cámaras hacia mí.
Los flashes me cegaron. Todos me veían. Todos me juzgaban.
Todos le creyeron a Michelle y a mi cuñado, quienes sonrieron con suficiencia.
Habían logrado su cometido. Pero yo no podía darme por vencida.
Los policías me metieron con fuerza dentro de la camioneta, y justo antes de que cerraran la puerta, le grité a Nicolás:
—¡Nicolás, escúchame! ¡No puedes dejar que me metan presa, porque estoy embarazada!
Volví a ser yo. Volví a sentirme completa cuando vi sus tres pequeños cuerpecitos bajar del avión. Cuando los vi correr hacia mí, Jordan llegó primero, saltó sobre mí y lo abracé con fuerza. Jonathan y Jason después. El pequeño Jason se veía diferente, tan recuperado, casi estaba igual de alto y gordito que sus hermanos. Y los abracé a los tres. ¿Cuántos meses habían pasado? No lo sabía, pero para mí había sido una eternidad sin mis niños. Los abracé y los besé tantas veces que incluso tuvieron que salir corriendo de mí porque no quería soltarlos ni un solo segundo.Cuando corrieron hacia Nicolás, lo hicieron efusivamente. Los ojos del hombre se pusieron brillosos. A pesar del poco tiempo que había logrado compartir con los niños, podía ver todo el amor que sentía por ellos. Los abrazó y los cargó a los tres al mismo tiempo, estrechándolos entre su fuerte pecho mientras yo me limpiaba las lágrimas con un pequeño pañuelo.El siguiente día sería mi boda. Me casaría con Nicolás una vez má
Kevin también estaba ahí. Cuando Nicolás me soltó, pude ver cómo se acercó a mí. Me abrazó con fuerza, pero entendía que aquel abrazo se sentía diferente. No fue como esa vez en la cocina cuando me abrazó. Fue diferente: más auténtico, más cálido, menos forzado. Cuando se apartó, me tomó por las mejillas.—Tuve miedo al verte pelear. ¿Qué hacían aquí? —les pregunté.—Nos llegó una notificación. Era uno de nuestros espías. Dijo que habían visto a Elisa Duke en ese lugar, justo donde estábamos todos. Cuando llegamos, resultó que no solo nuestros espías se encontraron esa noticia, sino que también los espías de los enemigos de Elisa.Yo volteé a mirar alrededor. La decena de hombres que estaba en el lugar comenzó a dispersarse. Pude sentir la tensión que había en el lugar. Muchos de ellos también eran enemigos entre sí, pero Elisa era su contrincante máximo. Todos se habían reunido en ese momento porque querían acabar con ella, pero habían visto cómo había sido yo la que la había empujad
Pero una sensación extraña, porque Elisa se había comportado de una manera cálida y amigable, y de repente había cambiado por completo cuando esos hombres habían decidido venir por nosotros. Me había atacado. Estaba segura de que me quería muerta, pero no entendía la razón. Me aferré con fuerza al barandal mientras ella me jalaba por el cabello. No sabía qué era lo que pretendía. Si quería matarme, simplemente hubiera podido levantar su arma y dispararme en la cabeza. Pero no. Estábamos forcejeando. Ni siquiera sabía para qué. No sabía si quería golpearme, no sabía si quería lanzarme al río. Solamente me jalaba y me apretaba. Me dio un par de puñetazos en las costillas que me arrancaron el aliento.Y entonces yo me moví para tratar de golpearla nuevamente, pero Elisa era una mujer entrenada. Sabía muy bien cómo manipular una pelea cuerpo a cuerpo, y yo sabía que no tenía ninguna ventaja contra ella. Pero lo intenté. Intenté golpearla, intenté hacer tiempo mientras Nicolás llegaba por
A pesar de que la tormenta entorpecía un poco la visión, el auto continuó avanzando sin detenerse ni una sola vez. La poca agua que había logrado empaparnos tenía mi cuerpo tiritando. Esta ciudad no era precisamente una ciudad de clima muy frío, todo lo contrario, incluso era un poco tropical. Pero ese día hacía tanto frío que se colaba debajo de la piel como puñaladas y agujas.Elisa se veía extraña, relativamente calmada, como si hubiese entendido algo que yo no, algo que ninguno hubiera logrado entender aparte de ella. Se veía con la mirada firme a través del cristal empañado por las gotas de agua. Lanzó un gran suspiro.Cuando llegamos a la orilla del muelle, era un lugar amplio, muy turístico. Había un caudaloso río que desembocaba cerca del océano y un barandal enorme en el que la gente podía recostarse a observar las aguas que bajaban por la ladera. Pero con el torrente que arreciaba sobre la ciudad, desde dentro del auto incluso se podía escuchar cómo su creciente había aument
Apreté con fuerza la mano de la entrevistadora. La luz de un relámpago iluminó el pasillo. —¿Qué está pasando? —preguntó la mujer. Pero yo sabía perfectamente qué era lo que estaba pasando. Sabía que Elisa había regresado, y había regresado por mí. Ni siquiera sabía exactamente qué, pero estaba claro que quería algo. Estaba claro que tal vez su plan aún seguía en marcha. Por eso arruinó la entrevista, porque afectaba la continuidad de su carrera. Pude escuchar unos tacones que se acercaban. Yo sabía que me encontraría con su perfecto rostro en cualquier segundo. Así que apreté con fuerza la mano de la entrevistadora y le dije: —Es mejor que se vaya ahora. La mujer me miró con los ojos abiertos. La tormenta de afuera arreciaba, el lugar se oscureció. Ok, eso me hizo recordar la noche en la que escapé de la cárcel, en la que la tormenta y el fuego se unieron para cambiar mi vida para siempre. Esta vez, la tormenta afuera parecía que estuviera dispuesta a destruir todo el mundo. Tal
Me quedé prácticamente paralizada, literalmente paralizada, observando a la mujer que estaba ahí en la primera fila. Pero entonces las luces se enfocaron nuevamente en mí y fueron tan intensas que ya no pude verla con claridad. — ¿Estás bien, Evangeline? — me preguntó la entrevistadora.Yo abrí los ojos hacia ella, apartando mi mano de la cara, la que intentaba cubrir la luz para volver a ver en la fila de enfrente. — Sí, sí... tal vez no era ella. Seguramente no lo era. Solo era una mujer que se parecía. Aunque Elisa no tenía un rostro especialmente común... es que... en fin, coincidencias. No podía ser. ¿Qué carajos hacía Elisa como público privado en una entrevista como esa? No tenía ningún sentido. No tenía ningún sentido porque no era real. Ella no estaba ahí.Eso era lo que yo quería convencerme, diciéndome a mí misma una y otra vez: *"Ella no está aquí, ella no está aquí"*. Me repetí. — Entonces... nos contabas sobre el día en que enterraron a Doña Amara Montalvo...Respiré
Último capítulo