Capítulo 95. Donde se rompe el latido.
**Juan José**
Nunca me gustaron las cárceles. No por sus barrotes, sino por el hedor a resignación. Y yo no nací para resignarme.
La sangre se cobra con sangre.
Eso lo aprendí desde niño.
Desde un lugar remoto, con identidades falsas y pasaportes comprados a precio de traición, he visto sus rostros brillar en cada portada. El embarazo, el éxito, la felicidad perfecta. Como si el mundo les debiera redención. Como si no hubieran pisado cadáveres emocionales para construir su idilio.
Valentina Vargas, embarazada.
Alejandro De la Espriella, redimido.
¿Redimido? ¿Después de todo lo que me arrebató?
No.
Aún no han pagado lo suficiente.
Contacté a uno de los míos. Uno que lo hace sin preguntar. Sólo instrucciones, dinero, y la promesa de desaparecer después.
Planeé un accidente. Nada espectacular. Solo el caos cotidiano bien dirigido: un conductor pagado, unos frenos alterados, una calle curva saliendo de una sesión de fotos de ORIGEN.
Ella no debía morir. No todavía. Solo debía perder algo.