Capítulo 94. De Agua y de Fuego.
**Valentina**
El embarazo no se siente como en las películas.
No es solo luz cálida sobre mi vientre ni manos acariciando el aire como si flotaran mariposas invisibles. Es vértigo. Es náusea. Es llorar porque se acabaron las fresas. Es querer abrazar a Alejandro y luego querer gritarle porque no me trajo el pan que me gusta.
Y aun así… es lo más milagroso que he vivido.
Mis hormonas tienen vida propia. Hay días en los que me siento una diosa y otros en los que no puedo con el cansancio. Mis senos duelen, mis tobillos se hinchan, y a veces me despierto con miedo. Miedo de no estar lista. De no saber cómo cuidar algo tan frágil. De fallarle.
Pero cada vez que pongo una mano sobre mi vientre y siento ese pequeño cosquilleo —como una burbuja que se mueve— recuerdo que no estoy sola. Que ella está ahí.
Ella.
Porque lo supimos hoy.
Llegamos al consultorio temprano. Yo iba en silencio, masticando una arepa, mientras Alejandro conducía, con ese gesto tierno de no decir nada aunque yo ya lleva