Capítulo 74. Desinhibidos.

**Alejandro**

La ciudad parecía contener la respiración mientras cruzábamos en silencio las calles de Medellín. El cielo despejado dejaba ver estrellas fugaces entre las montañas, y la cena aún vibraba en mí como una melodía tenue.

Valentina iba a mi lado, en el asiento del copiloto. Miraba por la ventana con una expresión tranquila, pero sus dedos jugaban con el borde de su falda. Esa ansiedad contenida, ese deseo que reconocía en su respiración cada vez que nuestras miradas se encontraban… me incendiaba.

Llegamos al pequeño lugar donde nos estábamos quedando: una casa restaurada en El Poblado, rodeada de bugambilias y con balcones antiguos. Apenas cerramos la puerta detrás de nosotros, Valentina se giró hacia mí. Ya no había máscaras. No había familia. Solo nosotros. Solo este deseo acumulado, madurado.

—¿Estás bien? —pregunté, tocándole el mentón con la yema de los dedos.

—Estoy… muy bien —susurró—. Pero no quiero hablar.

Me besó antes de que pudiera responder. No fue un beso dulce
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