Capítulo 63. Entre Ruinas y Raíces.
**Valentina**
Volví a coser.
No grandes diseños, ni siluetas ambiciosas. Solo una costura simple, recta, sobre un retazo de lino blanco. Era el ejercicio que Mónica nos daba a las nuevas diseñadoras cuando no sabíamos cómo empezar. “Primero, respira. Luego, cose en línea recta. El hilo hace el resto.”
Y eso estaba haciendo ahora. Respirando. Cosiendo. Sobreviviendo.
El apartamento estaba lleno de silencio, pero no del que ahoga. Era uno tibio, compartido. Alejandro trabajaba en la sala, revisando informes de sus abogados, llamadas filtradas, inconsistencias en los archivos que había enviado Juan José. Yo lo observaba de reojo, entre puntada y puntada. Su rostro se tensaba cuando leía, su mandíbula se apretaba con cada nuevo intento de arrastrarlo al barro.
Pero estaba de pie.
Y eso era más que admirable. Era hermoso.
—¿Quieres café? —preguntó, sin alzar mucho la voz.
—Ya tengo —respondí, señalando la taza que humeaba a mi lado—. ¿Tú?
—En un rato. Estoy esperando una llamada de Camilo.