La libertad de Elio dejó un vacío inquietante. Era como haber soltado a un tigre en tu propio jardín con la promesa de que no cazaría en él. Una tregua firmada con un monstruo nunca era una garantía, solo un aplazamiento de la sentencia. Pero era el único movimiento que tenían. Con Elio fuera del tablero inmediato, podían concentrar todas sus fuerzas en la amenaza más sutil y quizás más peligrosa: Platina Lunares.
El viaje hacia la Estancia de las Pampas fue como un ejercicio de tensión contenida. Dejándo atrás la opulencia de la fortaleza Lombardi, se adentraron en el corazón de la pampa, en rutas de tierra olvidadas que se perdían en un horizonte infinito.Florencio conducía, sus manos firmes en el volante, pero su mente estaba en otra parte. Estaba reviviendo la conversación que había tenido con Selene, la historia de su infancia co