212. La Lealtad de las Hienas
La noticia cayó en la estancia como una granada de mano. La llamada de Mar a la prensa. El nombre de Platina. La mención del "monstruo de agua". Era una confluencia de todas sus pesadillas, una tormenta perfecta de revelaciones a punto de estallar en la cara del público.
Florencio reaccionó con la furia helada de un general traicionado.
—¡Hija de puta! —rugió, golpeando la mesa con el puño—. ¡Le damos una oportunidad, la dejamos ir, y lo primero que hace es correr a vender nuestra historia al mejor postor! ¡Te lo dije, Selene! ¡Te dije que no podíamos confiar en ella!
Selene no respondió. Se quedó quieta, procesando. Su primera reacción fue la misma que la de Florencio: una oleada de rabia ante la aparente traición. La había protegido. La había defendido. Y Mar le pagaba así. Pero entonces, la estratega en ella, la Alfa que había aprendido a leer más allá de la primera capa de los acontecimientos, se hizo una pregunta.
¿Por qué?
¿Por qué Mar haría esto? Si quería venganza contra ellos