165. "Los Negocios Oscuros de los Lombardi"
La mañana llegó a la cabaña como una intrusa no deseada. Selene se despertó con el cuerpo entumecido, no por el frío, sino por la soledad de la cama vacía. La noche había sido un desierto de sábanas frías, cada hora marcada por la dolorosa conciencia de la ausencia de él al otro lado de la puerta. Sabía que había cruzado un umbral. El frágil puente de confianza que habían construido se había derrumbado, y ahora estaban de nuevo en orillas opuestas, observándose a través de un abismo de sospechas.
Salió de la habitación. Florencio ya estaba de pie, una taza de café en la mano, de espaldas a ella, mirando por la ventana. No llevaba camisa, solo sus pantalones de combate. Su espalda era un mapa de músculos tensos, una fortaleza que ella había explorado pero que ahora le negaba la entrada. No se giró. No dijo "buen día". El silencio entre ellos era un arma.
Selene no dijo nada. Se preparó su propio café y se fue al porche, al aire libre, un territorio neutral. El aire de la mañana era afi