El sol de la mañana se derramó sobre el claro, pero no trajo calor. Trajo la cruda luz de la realidad. Mar había vuelto del arroyo exhausta, con el cuerpo entumecido por el frío y el alma vaciada por el esfuerzo. Selene no le había dicho si lo había hecho bien o mal. Simplemente, la había escoltado de vuelta a la cabaña y le había señalado el sillón. "Dormí", había sido su única palabra. Y Mar, por primera vez en días, se había derrumbado en un sueño sin pesadillas, el sueño del soldado que ha sobrevivido a su primer día en la trinchera.
Selene, en cambio, no durmió. Pasó el resto de la noche en vela, sentada frente al fuego, observando las brasas. La demostración de Mar en el arroyo la había dejado con más preguntas que respuestas. Había visto el pánico genuino de Mar al perder el control. Hab&iacu