064.
La luisona desmayada tenía el cuerpo cubierto de cicatrices recientes. Mar la había encontrado así, cerca del arroyo que bordeaba el parque acuático abandonado, como un animal desechado tras una pelea. La arrastró hasta el interior de una de las casetas abandonadas del parque. Puso su campera debajo de su cabeza. Le limpió las heridas con una camiseta vieja y agua estancada que había recogido de un charco.
—Respirá… —susurró, aunque no sabía si le hablaba a la loba… o a sí misma.
El corazón de la mujer latía. Débil, pero firme. Era joven. No tendría más de veinte. Tenía la piel clara, las costillas marcadas, y el pelo rubio ceniza lleno de tierra.
No sabía su nombre. No sabía de dónde venía. Pero sí sabía algo: esa mujer conocía una verdad que podía cambiarlo todo.
Esa mujer era una pieza. Una que podía usar.
Mar se quedó sentada al lado. Mirando su respiración. Esperando que despertara otra vez. Temiendo que lo hiciera.
—“Elio no mató a su clan.”
La frase le retumbaba en la cabeza.
E