023. La Piel del Poder
La tregua duró lo que tarda el whisky en calentar la sangre y la razón en enfriarla.
La confesión de Selene —"hay linajes"— había abierto una puerta. Pero para Florencio, una puerta abierta no era una invitación, era una debilidad estratégica. Un punto por donde entrar a tomar el control.
Ella, sentada en la silla con la camisa de Florencio como única armadura, lo observaba mientras él procesaba la existencia de "linajes" y "jaurías". Podía ver la maquinaria de su mente trabajando, las piezas del poder encajando en un nuevo y peligroso rompecabezas. El entendimiento mutuo que habían alcanzado no era una paz; era, para él, la adquisición de nueva inteligencia.
Florencio se levantó del colchón. No caminó hacia la ventana. Se quedó en el centro de la habitación, un león recuperando el dominio de su territorio. Durante varios minutos que se sintieron como glaciares moviéndose, el silencio volvió a instalarse en la cabaña, pero esta vez era diferente. No era el silencio de la desconfianz