David estaba recostado en el viejo sofá de su estudio, una cerveza a medio terminar en una mano y el mando de la televisión en la otra. El partido de fútbol era apenas una excusa para relajarse, su amigo Rogelio, sentado a su lado, gritaba como si fuera parte del equipo.
—¡Vamos, idiota! ¿Cómo vas a fallar eso? —bramó Rogelio tirando un cojín al suelo.
David apenas sonrió, su mente, aunque presente, no estaba del todo allí. Desde su última noche con Elena, algo había cambiado en su cuerpo, en su forma de ver el mundo. El arte ya no le bastaba, el lienzo se había vuelto pequeño, solo ella su reina lograba incendiar su alma y su piel.
Entonces sonó su teléfono.
David bajó el volumen del televisor y tomó el celular con cierta inquietud. No tenía notificaciones más que ese mensaje nuevo, sin nombre, sin emoticones. Solo una frase.
"Ven dispuesto a jugar, mirar y sentir."
Su garganta se secó, supo que era ella.
Guardó el móvil sin decir nada, su cuerpo reaccionó antes que su mente, Rogelio