Aleksandr, Yvi

Aleksandr

La alerta ha sonado. Los estruendos de la guerra resuenan a través de los muros de mi castillo, tan seguros como han sido construidos. Lo siento en el aire, esa tensión que se teje, invisible pero implacable, como una serpiente lista para atacar. Un ataque. Es todo lo que sé. Todo lo que tengo tiempo de escuchar antes de que todo se tambalee.

Estoy de pie en el balcón, los ojos fijos en el horizonte oscurecido por la sombra del ataque que se perfila. El viento hace ondear las banderas de mi reino, como un grito en la noche. Pero no es el viento lo que más me impacta. Es esa pesadez, esa presión palpable en el aire, como si todo el universo se preparara para estrecharse a mi alrededor. Siento ese peso pesado, esa presión en mi pecho. Pero hay algo más. Algo más fuerte. Una rabia que comienza a hervir, como la sangre en mis venas, lista para explotar. Mis manos se aprietan contra la barandilla, mis puños crujen bajo la tensión.

Quieren debilitarme. Desestabiliza