Yvi
La noche retrocede como una marea lenta. El cielo se desgarra, roto por una nueva luz, un resplandor pálido que no pertenece ni al día ni al más allá. Todo parece suspendido. Hasta el viento se ha callado.
Mi vientre se tensa, pero no es solo el nacimiento de un niño. Es el de una era. De un equilibrio. Lo siento en mis huesos, en mi sangre. Está llegando.
Grito, no de dolor, sino de llamado. Y el mundo me responde.
Aleksandr me abraza, sus manos en mis hombros, su voz en mi oído, débil pero anclada.
— Estoy aquí. Hasta el final. Hasta él.
Sus brazos me sostienen. Pero es su alma la que siento. Completa. Ofrecida. Conectada.
Alrededor, se colocan en círculo. Nuestros pilares. Nuestros guardianes. Aquellos por quienes este milagro es posible.
Kael
El cielo palpita. Un alba sin sol se arrastra entre las nubes. Y en el centro de esta claridad: ella. Ella que da a luz lo que incluso los dioses temían.
Siento la energía vibrar bajo mis palmas. La tierra habla, a través de mis huesos, m