Los días se convirtieron en semanas, y las semanas, en cinco meses de intensa, aunque controlada, actividad. Valeria había asumido su rol de Matriarca con fervor.
Por las mañanas, hacía ejercicios ligeros supervisados por Sara, enfocándose en la resistencia y la defensa personal sin riesgo para los bebés.
Por las tardes, se sentaba con Claudia y Elena Vieri en el despacho, diseccionando las finanzas y las estrategias del imperio. La Matriarca le enseñó a "leer entre líneas" de los hombres Vieri, y Claudia le mostró cómo mover el dinero de manera invisible.
Demian cumplía su parte del trato: no interfería con su entrenamiento ni con su autonomía. Pero su posesión había mutado en una vigilancia constante.
Desde su despacho, sus ojos seguían a Valeria a través de los monitores de seguridad, o simplemente se quedaba parado en la puerta del gimnasio, bebiendo café, asegurándose de que su Luz y el futuro de su imperio estuvieran intactos.
La barriga de Valeria ya era notable. El cambio era