Adam manejó con una mano en el volante y la otra jugando con un encendedor. No habló mucho. Yo tampoco. Llevaba el teléfono apagado en el bolsillo interno de la chaqueta. No quería llamadas, no quería notificaciones, no quería pensar.
—¿A lo de Rew? —preguntó, sin mirarme.
—Sí. -- respondí de inmediato.
A cualquier lugar lejos de aquí.
Asintió y subió la música. Miré las calles, las veredas, los autos, la gente que caminaba. Cualquier cosa para evitar pensar en lo que había sucedido hoy. Para no pensar en nadie, ni en Denny, ni en Holly, ni en Milo. Ni tampoco en Jamie. Sobre todo en Jamie.
La casa de Rew estaba con la puerta abierta. Dentro olía a cigarrillo y limpiador. Rew peleaba con un cable que no quería desenrollarse; Leena golpeaba un platillo con el palo, casi aburrida; Gabriel tocaba algunas notas del bajo. Había más gente que otras veces: dos amigos de Rew en la cocina con una bolsa de hielo, una chica sentada en el respaldo del sillón con las piernas cruzadas y un vecino q