Capítulo 8
—Me equivoqué, Celina.

—El odio me nubló; en el fondo sí te amaba, pero estaba ciego a mis propios sentimientos.

—Desde que te fuiste intenté ahogar todo con alcohol, pero cuanto más bebía, más te extrañaba.

—Desperté tarde y apenas ahora entiendo que te amo.

—Vuelve conmigo. Serás la única dueña de la casa y te daré todo mi amor.

Pronunció cada palabra con humildad, casi sin atreverse a mirarme.

Si me lo hubiera dicho hace diez años, quizá lo habría perdonado; pero un amor que llega tarde vale menos que un perro abandonado, y yo ya no lo necesito.

Sonreí con frialdad, aferrada al brazo de Wolvent; apoyé la cabeza en su hombro y respondí serena:

—Llegas demasiado tarde.

—Desde la primera vez que pedí romper el vínculo supe que, al pronunciarlo cien veces, lo haría realidad. Esas cien peticiones ya se cumplieron.

—Con cada intento se agotó mi amor por ti.

—Ya no te amo.

Aunque reí, la punzada en el pecho seguía allí; diez años de amor y dolor no se arrancan de golpe.

Bruce negó con la c
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