El amanecer apenas despuntaba cuando Allison bajó las escaleras con paso firme. No había dormido bien. La discusión con Alanna, la bofetada, el rostro dolido pero altivo de su hermanastra… todo le daba vueltas en la cabeza como un eco molesto que no la dejaba en paz. Pero lo que más le perturbaba era aquella frase que Alanna había dejado caer antes de marcharse: "Tenías un trato con ella, ¿cierto?"
Entró en el estudio sin tocar. Alberto Sinisterra estaba sentado en su sillón de cuero, bebiendo un café que ya parecía frío. Al ver a su hija, alzó una ceja, aunque no dijo nada. Allison cerró la puerta detrás de sí con un golpe seco.
—Quiero saber qué fue lo que Alanna quiso decir está mañana —soltó sin rodeos—. ¿Qué trato hizo contigo?
Alberto suspiró, dejó la taza sobre el escritorio y cruzó los brazos. Su hija podía ser impulsiva, sí, pero también sabía cuándo exigir respuestas. Y esta vez, no pensaba ocultarle nada. En parte porque ya no había nada que ocultar. El juego estaba jugado,