El reloj marcaba las 6:47 p. m. cuando la mayoría de las luces en los pisos superiores de la empresa Sinisterra comenzaron a apagarse. Era viernes, y como cada semana, los empleados abandonaban sus puestos con rapidez, con la ilusión de dejar atrás las tensiones del trabajo y sumergirse en la libertad del fin de semana.
Pero no Alanna.
Ella seguía en su oficina, con la chaqueta colgada en el respaldo de la silla y las mangas de su blusa remangadas hasta los codos. Tenía el rostro ligeramente inclinado hacia la pantalla del computador, el ceño fruncido y el brillo firme de quien está por descubrir algo. Frente a ella, una carpeta digital recién enviada desde el área de proyectos inactivos.
El nombre de aquel archivo le había parecido inofensivo al principio: Desarrollo Urbano Sostenible – 1997-2012. Lo había abierto por curiosidad, casi como un reflejo automático mientras organizaba los informes de seguimiento. Pero a medida que fue avanzando por las páginas, su respiración comenzó a a