La llegada de Allison Sinisterra al edificio corporativo no fue discreta. Un elegante automóvil negro se detuvo frente a la entrada principal. Un chofer le abrió la puerta con un gesto casi reverencial, y ella descendió como una actriz de gala en una alfombra roja.
Llevaba un vestido entallado color vino que resaltaba su figura, unos tacones de aguja en tono nude, y una sonrisa ensayada hasta el último músculo.
—Buenos días —saludó, como si conociera a todos desde siempre.
Los empleados se miraban entre ellos. Algunos cuchicheaban. Otros solo bajaban la cabeza y seguían caminando. Nadie estaba realmente seguro de cómo comportarse frente a ella. Lo que sí sabían era que Allison Sinisterra era ahora su jefa.
En la oficina del piso 18, un cartel metálico recién colocado brillaba bajo la luz blanca del techo:
VICEPRESIDENCIA DE IMAGEN Y RELACIONES ESTRATÉGICAS – ALLISON SINISTERRA
La alfombra era nueva. La oficina había sido remodelada durante la noche. Escritorios minimalistas, sillones